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14 de marzo de 2014

Misión en el 11-M, hace diez años

Cuando se ha hecho los diez años de los atentados en los trenes del 11-M, nos vienen muchos recuerdos a todos. Cada uno de nosotros, sabemos donde estábamos, qué hacíamos....y qué sentimos en ese terrible día.

Un testimonio muy humano e inusual en los medios de comunicación, es el que nos relata D. Enrique Roldán Pérez, párroco de la Catedral de Getafe, que se ha publicado en el periódico ABC. Y que nosotros traemos a nuestro blog por entender que él junto con otros compañeros suyos sacerdotes de la diócesis de Getafe, tenían la misión de llevar la presencia viva del Señor y su Palabra, a toda la gente, que sin ninguna razón, estaban pasando los peores momentos de su vida. 

Mi presencia le calmó el corazón
“Nunca supo su nombre. Solo recuerda que aquel muchacho de Alcalá de Henares, recién casado, perdió a su mujer embarazada de tres meses en el atentado del 11-M.
Mi presencia le calmó el corazón. Lo dice, diez años después, Enrique Roldán, hoy párroco de Sta. María Magdalena, catedral de Getafe. La noche del atentado decidió irse a Ifema. 
Yo tenía entonces 30 años y llevaba cuatro de cura. Vivía en el Seminario Diocesano del Cerro de los Ángeles. Era la hora de la cena. Nadie abría la boca. Estábamos tristes y desconcertados.
Y nos preguntábamos: ¿por qué no vamos a Ifema?. Teníamos que ir. Me dije: tienes que estar; de lo contrario, no eres nadie. Roldán y otros once jóvenes sacerdotes cogieron tres coches y pusieron rumbo a la inmensa morgue en que se había convertido el pabellón de ferias madrileño.
No sabíamos cuál iba a ser la reacción de la gente. A veces, un cura no es bien visto. Y más en momentos de tanta tensión. Los pasillos estaban llenos de desgarro, de pena, de llantos….Era una pesadilla, relata.
Recuerda que, en un momento determinado, una mujer le salió al paso. Me señalo a un joven, deshecho, roto por el dolor: su esposa estaba entre los muertos. Cuando iba hacia él apareció otra mujer gritando que me fuera de allí. Y le dije al hombre que si quería que me quedara con él. Me echó la mano al hombro y empezó a hablar. Solo a hablar, recuerda el sacerdote.
Roldán tiene escritas a fuego, en su memoria, las palabras de quien se acababa de quedar viudo al poco de casarse. Y de perder a su esposa, a su futuro hijo y su proyecto de vida.
Me contó que su mujer nunca cogía el tren para ir a trabajar. Pero ese día tenía cita para su primera ecografía porque estaba embarazada de tres meses. En medio del desconsuelo, aseguró que ella era creyente y que, por eso, ya estaría con Dios.

Creo que mi presencia le calmó el corazón".
                                                              
                                                          D. Enrique Roldán Pérez, sacerdote



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